Escrito por Tristán Samuel López Aguilar

Mi activismo empezó en 2015 cuando en Guatemala se vivía un proceso democratizador anticorrupción. En 2017 entré al movimiento trans y LGBTIQ+. Mi trabajo profesional y académico me ha dado la siguiente experiencia en movimientos antiderechos:
- La discusión pública de la Ley de Identidad de Género y el pulso directo con organizaciones antiderechos.
- La creación de campañas como Vidas Trans (https://visibles.gt/vidastrans/).
- La lucha contra leyes regresivas anti-género como la Ley contra las infancias trans o la Ley por la “vida y la familia”, evidenciando las conexiones entre corrupción, cierre de espacios democráticos y movimientos anti-derechos.
- Colaborar con el reporte de la Facultad Latinoamericana de Estudios Sociales “Entramado de poderes: el modus operandi de las organizaciones antiderechos sexuales y reproductivos en Guatemala”.
- Estudiar en mi maestría la historia de los usos del género en la Guerra Fría Latinoamericana.
30 de enero de 2023, Guatemala –
“Guatemala y nuestro Gobierno creen en la vida. Nuestro Gobierno y Guatemala creen en la familia basada en el matrimonio de hombre y mujer.”¹
Estas fueron las palabras del ahora expresidente de Guatemala, Jimmy Morales, al anunciar que no renovaría el mandato de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG). La Comisión era un exitoso ejercicio internacional que investigaba y buscaba erradicar los cuerpos ilegales y aparatos clandestinos de seguridad —remanentes enquistados del “conflicto armado interno” y el terror de Estado que duró 36 años en Guatemala—, así como a las redes político-económicas ilícitas que hacen que el Estado sirva solo a los intereses de la élite política, empresarial y del crimen organizado, en vez del bienestar de todas las personas —los corruptos, corruptores y delincuentes de cuello blanco—.
Ese día sentía algo semejante a un velo sobre mis ojos y un vacío en mi estómago: el prejuicio a veces se siente como desterritorialización, exilio y vulnerabilidad. No era solo que, como persona trans, no viva todos los días con una identificación que registra a alguien que no existe: es que en Guatemala no hay ninguna ley progresiva para el reconocimiento de los derechos humanos de las personas de la diversidad sexual y de género. El discurso, sensible, era otra confirmación de que las personas lesbianas, gays, bisexuales, trans, intersex y cuir (LGBTIQ+) no somos bienvenidas. Poca gente es bienvenida acá, el país del “sálvese quien pueda”, el país —como otros— que condena a sus habitantes a la migración so pena de hambre, violencia y despojo. Para las comunidades de la diversidad sexual y de género, esta realidad también se vive como homofobia y transfobia de Estado.
¿Qué tenía que ver un esfuerzo anticorrupción con el matrimonio igualitario o los derechos sexuales y reproductivos? Desde ese día y cada vez más, he entendido con el cuerpo la estrecha vinculación entre estas cosas. Entendí que las políticas sexuales estuvieron y están al frente del pulso que mantenemos todos los días entre corrupción y derechos humanos, democracia y cooptación del Estado, justicia e impunidad. No solo en este país, en muchas partes del mundo, las democracias y el poder constitucional están siendo desafiados por grupos que buscan seguir desequilibrando la balanza económica, política y social a favor de sus privilegios —fantasías de crecimiento infinito o desigualdades de poder nunca antes atestiguadas por la humanidad— y con ello, amenazan la democracia, el bienestar colectivo y hasta la propia vida en el planeta.
En Guatemala los ataques a la democracia y a la lucha por los derechos humanos han sido en clave anti-género. Desde el día de la declaración del expresidente y en esa gran coyuntura anticorrupción, se actualizó un frente que toma a las personas LGBTIQ+ como un enemigo interno y una amenaza para la sociedad. Esto no solo es un discurso conveniente para legitimar alguna causa corrupta o una agenda política, sino es parte de una visión del mundo que busca mantener un orden social, cultural y económico excluyente. Tal como se menciona en el texto Power Over Rights: Entendiendo y contrarrestando los movimientos anti-género transnacionales²: “Estos esfuerzos no tienen que ver con el ‘género’ como tal, sino con el Poder y con mantener o promover las jerarquías sociales y políticas frente a su (percibido) declive”.³
En el caso de Guatemala, se han creado políticas públicas e iniciativas de leyes que cristalizan esta visión del mundo. Iniciativas de ley como como la 5272 o la “Iniciativa para garantizar la protección integral de la niñez y adolescencia contra los trastornos de identidad de género (5940)” y la Política Pública por la Vida y la Familia contienen el núcleo de esta argumentación y voluntad para transformar el Estado a sus formas más exacerbadas de violencia y exclusión:
La existencia de grupos minoritarios de la sociedad, que proponen corrientes de pensamiento y prácticas incongruentes con la moral cristiana, así como modelos de conducta y convivencia distintos al orden natural del matrimonio y de la familia […] representan una amenaza al equilibrio moral de nuestra sociedad y por ende un peligro para la paz y la convivencia armónica de la gran mayoría de los guatemaltecos […]⁴
El dictamen desfavorable de la iniciativa para el reconocimiento legal del género de las personas trans contiene también, sin ninguna vergüenza, la síntesis de un Estado excluyente para las personas LGBTIQ+: ”Pero [las personas trans] no pueden ser consideradas de la misma forma que el modelo familiar y social reconocidos en la Constitución Política de la República de Guatemala.⁵ ” No son, pues, solamente “cortinas de humo” o discursos políticos para fragmentar a los movimientos sociales, es la materialización de una forma de vivir en sociedad —una visión del mundo— que garantiza que nada cambie a nivel social, político y económico para la gente de a pie y para la diversidad.
Una de las estrategias que utilizan los actores anti-género es la creación de un enemigo común contra el cual la violencia, incluso el aniquilamiento, es legítimo. El significante vacío “ideología de género” sirve para simplificar las diferentes corrientes teóricas y prácticas políticas que proponen explicar y cambiar la desigualdad o la violencia que viven las mujeres y personas LGBTIQ+, así como sus intersecciones con raza, clase, etc. Lo que proponen los grupos anti-género anti-derechos es una lógica de guerra donde se justifica la violencia hacia grupos por ser “enemigos” de la familia o “corruptores” de la sociedad y se reduce la humanidad de las personas a meros catalizadores del pánico moral.
Esta lógica de guerra es, precisamente, una herencia de la Guerra Fría y del mundo polarizado que ha definido la práctica política por más de medio siglo. Este último año hice un esfuerzo por estudiar las raíces históricas de los usos del género en los movimientos conservadores de Guatemala. Como muchas personas, amistades y colegas, busqué explicar el año 1954 en el país. Año en el que un golpe de Estado orquestado por la CIA y apoyado por algunas dictaduras vecinas como las de Nicaragua y República Dominicana, truncó diez años de proyectos reformistas y democráticos en el país que buscaban desafiar el orden finquero tradicional —basado en el despojo de las tierras indígenas y la explotación de la mano de obra campesina— y modernizar el Estado hacia una forma nacional-popular de capitalismo.
Centroamérica fue uno de los campos de batalla de la Guerra Fría: Estados Unidos debía proteger sus intereses geoestratégicos y corporativos en un área que podía aliarse y ser influenciada por la Unión Soviética, como años después pasaría con Cuba. Esta protección de sus intereses, tal como ha sido explicado por académicos y estudiosos⁶, los llevó a aliarse con los actores locales más conservadores de la región, dotándolos de recursos y revitalizándolos luego de diez años de reformas democráticas y gobiernos populares. En el caso de Guatemala, los actores que promovieron el golpe de Estado utilizaron el género como un poderoso recurso demagógico e ideológico: el comunismo promovía el libertinaje sexual y la subversión de los roles de género destruyendo así a La Familia, el orden natural, la masculinidad y la sociedad como la conocemos.
El género para los movimientos conservadores antidemocráticos se utilizó 1) para crear una identidad masculina guerrera y violenta —bajo la justificación de la amenaza bélica de la Guerra Fría—; 2) para promover la participación conservadora y a la vez sumisión de las mujeres en cuanto a que tenían que cumplir su rol de madres; y 3) para pronosticar la corrupción y perversión moral y sexual de una nación en caso esta cayera bajo dominio comunista. Todas estas ideas, aparte de constituir las formas y usos de los movimientos conservadores, echaron raíces en una sociedad que quedó vulnerable luego de 36 años de contrainsurgencia, desaparición forzada, genocidio y otras formas de terrorismo de Estado.
Estudié el año 1954 porque Guatemala es clave para entender la Guerra Fría Latinoamericana —que no fue tan “fría” en estas latitudes—. La revolución de 1944 es un referente para los movimientos sociales y populares de Guatemala pero también sigue siendo una herida, un sueño truncado o una “esperanza rota”. La construcción de un Estado fuerte —ahora con justas demandas de plurinacionalidad— sigue siendo una tarea pendiente para mi país. En la Guatemala de hoy en día, los procesos de justicia quedaron suspendidos una vez más por los mismos actores que utilizan el Estado para enriquecerse y defender sus negocios —ilícitos y no ilícitos—, privilegios e impunidad. La historia reciente del país es la historia de una pugna entre una visión del mundo de miseria, homofobia, misoginia, racismo y transfobia, frente a un mundo donde las comunidades podemos vivir dignamente y llevar vidas que valga la pena vivir —la vida puede ser maravillosa para todas, pues—.
Nuestra capacidad para transformar esta realidad dependerá, entre otras cosas, de nuestra habilidad para hacernos preguntas. Preguntas de todo tipo, preguntas que enciendan todo el poder creativo que llevamos dentro para combatir las estrategias de miedo y guerra. Preguntas también que nos permitan intuir seres humanos ahí donde vemos enemigos: personas con sus sueños, placeres y alegrías, y no enemigos para ser aniquilados. Finalmente, preguntas que nos lleven a alcanzar nuevos consensos y sentidos comunes que popularicen las demandas por la democracia, los derechos humanos y la vida del planeta. Diálogos no solo orientados a la comprensión si no a la compasión.
Alrededor del mundo, movimientos por los derechos de las personas LGBTIQ+ se plantean utilizar el lenguaje de la compasión, la diversidad de las familias y el cariño. Campañas como Vidas Trans⁷ de Visibles en Guatemala buscan atestiguar que las personas trans somos familia, amigas, vecinas, ciudadanas. Queremos crear consensos que se basen en el reconocimiento y no en el miedo para contrarrestar la lógica de guerra y la deshumanización del enemigo. En Guatemala la vuelta atrás de la iniciativa antiderechos 5272 se logró cuando sectores diversos como el LGBTIQ+, feministas, padres y madres de familia, incluso asociaciones de profesionales de la salud, se pusieron de acuerdo en su rechazo. Similares resultados se vieron en la lucha anticorrupción en el 2015. La propuesta entonces es tejer redes y complicidades para construir movimientos amplios alrededor de la claridad política que trae consigo la demanda por la dignidad. Recursos como el arte y el encuentro comunitario son poderosos testimonios de la feroz e irrevocable humanidad que nos habita a todas, absolutamente todas las personas. Construir un mundo más amable para las personas LGBTIQ+ se trata de una búsqueda humana por el bienestar colectivo. Tal como comenta le activista y poeta trans Alok Vaid-Menon: “Nos enseñan que el hogar es de donde venimos, pero ¿y si en realidad se trata de hacia dónde vamos? ¿Qué pasa si estar vivo se trata continuamente de buscar un hogar⁸?” Y es que estoy convencido de que las comunidades LGBTIQ+, los grupos de mujeres y feministas, los grupos campesinos, los grupos indígenas, etc. ya estamos construyendo un hogar y ensayando las fórmulas de quienes vivimos, hoy en día, nuestro propio reconocimiento, dignidad y derechos. No creo que haya nada más urgente que esto, construir un hogar planetario: poner en práctica a una escala global los consensos radicales alrededor de la vida, la compasión y la liberación de millones de personas.
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- https://www.youtube.com/watch?v=QD1-RH-UBgs
- Título original: Understanding and countering the transnational anti-gender movement.
- “These efforts are not about ‘gender’ as such, but it is about power and about maintaining or promoting social and political hierarchies in the face of their (perceived) decline.” (traducción propia) Denkovski et al. (2021) Power Over Rights: Understanding and countering the transnational anti-gender movement. Volume I. Centre for Feminist Foreign Policy, p. 10.
- Ver la página del Congreso de la República de Guatemala: https://www.congreso.gob.gt/detalle_pdf/iniciativas/66#gsc.tab=0. Consultado el 9 de enero de 2023.
- Ver la página del Congreso de la República de Guatemala: https://www.congreso.gob.gt/assets/uploads/info_legislativo/dictamen/1539621034_Dictamen%205395%20CL.pdf. Consultado el 9 de enero de 2023.
- Ver: Vanni Pettinà, Historia mínima de la Guerra Fría en América Latina, México, El Colegio de México, 2018; García Ferrer & Taracena (eds.), La Guerra Fría y el Anticomunismo en Centroamérica, Costa Rica, Anuario de Estudios Centroamericanos, 2018.
- Ver: https://visibles.gt/vidastrans/
- Ver: https://www.culturedmag.com/article/2022/08/31/alok-vaid-menon-questions-who-gets-to-be-a-designer. Traducción propia, consultado el 9 de enero de 2023.